Donde se usa la palabra alma

La poesía de Juan Felipe Robledo es una defensa permanente del asombro: ese país que se alcanza solamente con honestidad, con la renuncia irrevocable a ponerle límites al deseo, al hambre de belleza, al hambre de compasión, a la intuición que se posa sobre las cosas más oscuras y mohosas buscando darles nuevo brillo. El asombro, nos lo dice Juan Felipe con su poética, se consigue entregándose a la vulnerabilidad, abandonando la maliciosa vigilia, doblando las esquinas del lenguaje y de la vida sí con duda, sí con temor, sí con respeto, pero nunca esperando la quietud. Entonces la poesía es una cascada de frescor inagotable, es un escenario donde volvemos a la estancia primigenia y primordial: el juego. La poesía de Juan Felipe Robledo ronda la belleza del acto lúdico: busca la palabra que pula y quite el óxido a las expresiones gastadas del lenguaje, y busca los colores que rehagan el amor -un amor que no envejece, que siempre está en la promesa y en el gratificante hallazgo de esas cosas que vuelven a ser celebraciones pequeñas y humildes, a irradiar una dicha renovada y a ser aquello que en el futuro llamará la nostalgia. En esta poesía no se busca la licencia poética que permita comunicar la vida, sino la expresión precisa y deslumbrante que la haga real. Estos versos son, al unísono, lamento y candidez, gratitud y orgullo. Este es el escudo que Juan Felipe Robledo nos da contra el tedio, el tiempo y la enorme orfandad.

Juan Suárez