Dibujando un mapa en la noche

Muchos poemas del libro pueden ser leídos como celebratorios de una naturaleza animada por la contemplación amorosa. Pero debemos ser cuidadosos: la mirada que recorre estos poemas rara vez celebra, más bien contempla y se toma el trabajo de traducir su contemplación en palabras, es decir, de inscribirla en un universo simbólico ante el cual la naturaleza es por definición indiferente.
La referencia al uso de palabras tan venidas a menos como alma y corazón (que abundan tan felizmente en este libro) se encuentra razonada en poemas, según los cuales el coraje de aceptarlas responde a una necesidad existencial y a un justo agradecimiento.
El lector que se adentre en los poemas de Juan Felipe Robledo observará una recurrencia, a ratos obsesiva, de las alturas luminosas. ¿Cómo no ver una correspondencia con las estrellas que en el poema de Horacio guiaban a los navegantes que respetaban el cielo? Son ellos los que merecen el día, los que pasean su lentitud por esta desolada estepa, los que "se repiten bajito una oda" y poseen, como dice un verso de Juan Felipe que Horacio y Lucian Blaga habrían aprobado, "una fe ciega en el poder de la palabra para darnos valor y permitirnos cruzar el bosque en la noche".

Tomado del prólogo de Eduardo Chirinos