Detalles del proyecto
Descripción
La Encíclica Laudato Si del Papa Francisco es una exhortación al cuidado de nuestra casa común. En ella hay un genuino interés por que se reconozca el valor propio que tiene el medio ambiente en toda su diversidad, independientemente de la utilidad que pueda reportarle al ser humano. No es una invitación a que dejemos de tratar al medio ambiente como algo útil para nosotros, pues evidentemente lo es, sino de ampliar nuestra capacidad para comprender que el medio ambiente tiene valor más allá de ser un mero instrumento para el logro de los intereses humanos. Conforme a la Encíclica, el valor intrínseco del medio ambiente demanda reconocer “la variedad de las cosas en sus múltiples relaciones (…), se entiende mejor la importancia y el sentido de cualquier criatura si se la contempla en el conjunto del proyecto de Dios” (ELS, §86). Nuestra incapacidad para reconocer el valor intrínseco del medio ambiente es responsable de que hayamos abusado de él y lo hayamos llevado a la deplorable condición en que se encuentra. En palabras del Papa Francisco, “prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso” (ELS, §215). Según esto, Laudato Si interpela filosóficamente a pensar (i) en qué consiste el valor intrínseco que tiene el medio ambiente, y (ii) en qué sentido puede decirse que el ser humano es responsable del cuidado de la casa común si su valor es intrínseco y no relativo a nuestros fines instrumentales. Es llamativo, no obstante, que esta invitación de la Encíclica no encuentra respuesta en ninguna de las tradiciones de la ética medioambiental contemporánea (Carruthers, 1992; Brennan, 2015). La tradición más fuerte al respecto es la de Los deberes indirectos (Carruthers, 1992; McShane, 2014). Su aserto fundamental es que la naturaleza no tiene valor moral en ella misma, pero en la medida en que es necesaria para nuestra vida humana, tenemos deberes respecto de ella indirectamente, pues si no la cuidamos atentaríamos contra los derechos de los seres humanos. Aunque esta tradición da una razón poderosa en favor del cuidado de la casa común, no da una respuesta adecuada a la pregunta de la Encíclica acerca de la naturaleza intrínseca del valor moral del medio ambiente. Para esta tradición el respeto por la naturaleza y el cuidado de la casa común son deberes indirectos que tenemos con ella, pues en realidad sólo tenemos deberes con los seres humanos, descuidando que “todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (ELS, §89). Una segunda tradición importante es El utilitarismo (Singer, 1993). Su idea rectora es sencilla y directa: el respeto y el cuidado que le debemos a la casa común se deriva de que su bienestar redunda en el bienestar de los individuos y las sociedades humanas. Descuidar la naturaleza es irresponsable porque afecta el bienestar de los individuos y las sociedades. Si la tradición de los deberes indirectos apelaba a los derechos de los seres humanos como fuente de la que se derivan nuestros deberes morales para con la casa común, el utilitarismo apela al bienestar individual y colectivo para derivar de él nuestra responsabilidad ¾no deber¾ de cuidar la casa común. A pesar de esta significativa diferencia, las dos primeras tradiciones están lejos de dar cuenta de “el valor que tiene el mundo en sí mismo” (ELS, §115) que debe motivar el cuidado de la casa común. Una tradición que sí reconoce el valor intrínseco de la naturaleza es el intuicionismo moral (Regan, 1983; Callicot, 2013). Según él, el medio ambiente es valioso en sí mismo, y ese es un hecho intuitivamente dado. Según esta idea, es claro que deberíamos respetar y cuidar la casa común como se respeta y se cuida todo lo que es valioso. Sin embargo, esta idea, aunque prácticamente es útil, intelectualmente es insatisfactoria, pues la teoría de la que proviene resulta incompatible con nuestro conocimiento de las capacidades humanas para conocer. Al respecto, la Encíclica reconoce que “no puede exigirse al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y responsabilidad” (ELS, §118). El intuicionismo es filosófica y científicamente insatisfactorio, pues ni la epistemología ni la psicología reconocen una facultad de intuición axiológica que nos permite intuir el valor moral intrínseco del medio ambiente. En los últimos años ha cobrado fuerza en ética ambiental El enfoque de las capacidades (Nussbaum, 2004; Korthals, 2017). Según él, los seres humanos tenemos responsabilidades con el medio ambiente dado que todos los seres vivos tienen un potencial de desarrollo vital y nosotros lo sabemos. Es inmoral obrar contra un ser si las acciones que realizamos con él truncan el desarrollo de sus capacidades de florecimiento vital individual y como especie, o si, pudiendo hacerlo, no favorecemos ese desarrollo. Esta tradición da que da cuenta del valor propio de los seres del entorno no humano. Sin embargo, como el intuicionismo, no está respaldada por una ciencia natural o una epistemología satisfactoria, de modo que la idea misma de ‘capacidad de florecimiento vital’ ha resultado filosófica y científicamente problemática. Como se ve, la Encíclica Laudato si es un desafío filosófico que invita a pensar en qué puede consistir el valor moral intrínseco del medio ambiente, dado que ninguna de las propuestas filosóficas al uso se articula bien con ella, y nos interpela a esclarecer de un modo filosóficamente adecuado el concepto de ‘responsabilidad con el cuidado de la casa común’, ya que “la forma correcta de interpretar el concepto del ser humano como “señor” del universo consiste en entenderlo como administrador responsable” (ELS §115). En este orden de ideas, el objetivo de este proyecto de investigación filosófica es esclarecer el sentido de nuestra responsabilidad con el cuidado de la casa común. Consideramos que la perspectiva de segunda persona (PSP) ofrece herramientas actuales, novedosas y pertinentes para conseguir nuestro objetivo principal. PSP es una teoría filosófica y científicamente sólida sobre la interacción que ocurre con base en las propiedades de coordinación emocional, dinámica y recíproca de los cuerpos (Gomila y Pérez, 2018). Su tesis fundamental es que cuando nos vemos involucrados en movimientos interactivos coordinados en los que hay reciprocidad y experiencia emocional los seres humanos reconocemos que los seres con que interactuamos tienen conducta significativa. El reconocimiento de esta significatividad del otro en la interacción se define por tres características: es espontáneo ¾no reflexivo¾, se encarna en nuestra manera de movernos y actuar con el otro ¾no es una atribución intelectual o verbal¾, y se experimenta como la resonancia afectiva propia de la sincronización o falta de sincronización que hay en las actividades conjuntas. La sincronización o la falta de ella se define como la sintonización o falta de sintonización entre los valores emocionales de las conductas de las partes que interactúan. PSP explica bien la interacción significativa no reflexiva que ocurre entre seres humanos normotípicos. No obstante, una de sus fortalezas es que permite dar cuenta satisfactoria de la interacción con niños preverbales y adultos mayores con degeneración neurocognitiva (Suarez y Pérez, 2019). PSP es una teoría psicológicamente incluyente. Siguiendo esta veta inclusiva, trabajos recientes señalan que PSP es fructífera para el estudio de la psicología animal (Pérez 2011) e incluso para el estudio de la interacción humana con materiales inertes como la arcilla y la madera (Reddy y Brinck 2019). El artesano ¾ceramista o carpintero¾ sería el modelo de trato humano con lo que la naturaleza provee. Sin embargo, estos desarrollos de PSP no articulan una dimensión moral como la que busca nuestro proyecto. Laudato Si ayuda a llevar PSP más lejos de lo que ha llegado. Veamos. Los artesanos saben tratar, interactuar con, la madera o la arcilla, por ejemplo, siguiendo patrones pragmáticos y también de respeto (Charles, 2001). A diferencia de los industriales, que suelen atenerse a criterios pragmáticos en su selección y manejo de materias primas, los artesanos empiezan por familiarizarse con los materiales y ello les provee de un conocimiento que les da eficacia pragmática, pero también respeto por el material. El carpintero conoce la madera, sabe cómo debe cortársela, cuál es la manera incorrecta de tallarla, cuándo se la maltrata, se echa a perder, y cuándo necesita un descanso, por ejemplo. El saber artesano se logra mediante el trato continuo y prolongado con el material, es decir, es un conocimiento de segunda persona. En esta interacción artesano-material en segunda persona el carpintero aprende a conocer al material, y con ello logra una perspectiva pragmáticamente eficiente sobre cómo usarlo, y también moralmente cuidadosa sobre cómo respetarlo. Por eso el artesano sería el modelo de ser humano que cuida la casa común. En esto consistiría el modelo de trato respetuoso por el medio ambiente conforme a PSP.
Estado | Finalizado |
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Fecha de inicio/Fecha fin | 15/02/21 → 14/08/22 |
Palabras clave
- Ética medioambiental
- Perspectiva de segunda persona
- Responsabilidad con el medio ambiente
Estado del Proyecto
- Sin definir
Financiación de proyectos
- Interna
- Pontificia Universidad Javeriana