Detalles del proyecto
Descripción
La tesis explora las condiciones epistémicas e institucionales en que fue apropiada la filosofía neotomista en Colombia desde mediados del siglo XIX hasta las tres primeras décadas del siglo XX. El objeto inicial de mi investigación ha sido el movimiento intelectual y político conocido como la restauración de la filosofía de santo Tomás de Aquino impulsado por el Pontífice León XIII. Su encíclica Aeterni Patris (4 de agosto de 1879) sobre la Filosofía Cristiana la propuso no sólo para la formación del clero en los seminarios y de la juventud en las instituciones educativas católicas, sino como remedio para combatir los males sociales producidos por la difusión generalizada de erróneas filosofías. La paradoja de que el magisterio eclesiástico haya escogido el pensamiento de un monje medieval para enfrentar los asuntos de la vida católica en el secularizado mundo de fines del siglo XIX, ha sido fuente permanente de interrogaciones. Mas el expediente de este episodio de la historia contemporánea del catolicismo había sido archivado por las ciencias sociales de la década de 1970, que lo etiquetaron de una vez por todas como un intento de restauración ideológica clerical antimoderna e integrista. Pero tras una minuciosa mirada a los aspectos epistemológicos de este movimiento, salió a luz una sorprendente analogía estructural entre el neotomismo y las filosofías positivistas que fueron al tiempo sus rivales y sus colegas académicos, hasta el punto de poderse demostrar que la filosofía neotomista fue una (la) versión católica del positivismo. Así las cosas, el objeto inicial dio paso a un nuevo paisaje problemático: el de la aparición y organización del campo de saberes sobre el hombre y la sociedad en Colombia a fines del siglo XIX. Proponer una hipótesis sobre ello es el propósito de esta tesis. Colombia aparece como uno de los casos extremos junto con Canadá donde las condiciones políticas a fines del siglo XIX permitieron el triunfo de un régimen conservador pro-católico que puso, por Concordato, la instrucción pública en manos del clero. Así, la gran mayoría de los estudiosos extranjeros y colombianos con la insular excepción del maestro Jaime Jaramillo Uribe diagnosticaron que la neoescolástica -liderada por monseñor Rafael María Carrasquilla (1857-1930) desde el Colegio del Rosario y por las comunidades religiosas docentes masculinas (jesuitas, lasallistas, salesianos, etc.) había sido la causante del retraso, si no fracaso, de los proyectos de modernidad en nuestro país tanto a nivel político como a nivel científico. El neotomismo habría bloqueado la llegada de la filosofía kantiana y su famosa mayoría de edad por lo menos hasta 1930 y aún más allá, si consideramos que prácticamente hasta 1970 los programas oficiales de filosofía siguieron siendo supervisados por la jerarquía católica, y que los últimos manuales de filosofía neoescolástica utilizados en los colegios de bachillerato datan de 1975. Sin embargo, una gran sospecha rondaba tan tajante sentencia contra la neoescolástica. Localmente, monseñor Carrasquilla proclamó siempre su afinidad con el neotomismo del famoso cardenal belga Désiré-Joseph Mercier (1906-1926) , símbolo internacional del ¿neotomismo progresista, aquel que había conectado la escolástica con la ciencia experimental moderna, en especial con la psicología. ¿Cómo explicar que un tradicionalista hubiera acudido a ese modelo progresista. Pues se trataba de un asunto global: el propósito consciente de la escolástica del siglo XIX fue posicionar a la intelectualidad católica como interlocutor tan legítimo como crítico de ¿la modernidad, asegurando que el tomismo permitía reunir las certezas absolutas de la religión católica con las verdades relativas de la ciencia moderna, los prestigios de la Tradición con la vitalidad de la Novedad. No en balde el lema de la Encíclica de León XIII fue Nova et Vetera, perfeccionar lo viejo con lo nuevo. De modo que la pervivencia de los manuales neotomistas por más de cien años (1868-1975) en el sistema educativo colombiano, resistiendo y a la vez asimilando los embates del pensamiento liberal, no se podía explicar solamente por razones de imposición político-religiosa, pues por intransigentes y retardatarias que hubiesen sido sus ideas, ellas debieron ser elaboradas y expresadas según las reglas generales del saber moderno, so pena de quedar bloqueadas por su propio dogmatismo en medio de una sociedad cada vez más secularizada y cientifizada. Aunque algo de este bloqueo ocurrió, el reto inicial era entender cómo el neotomismo pudo pretender legitimidad y validez entre los saberes filosóficos y científicos, y cómo la inteligencia católica trató de dotarse de un instrumento de negociación intelectual y política que le permitiera defender la fe con la razón, el dogma con la ciencia, la autoridad con la discusión, en fin, la tradición con la modernidad. En términos teóricos, me pareció pertinente analizar este problema a la luz de las nociones de regímenes de veracidad los sistemas de determinación de lo verdadero/lo falso (Foucault: 1980) y de regímenes de credibilidad los sistemas que rigen lo creíble/no creíble (de Certeau: 1974) en relación con el gobierno (moral) de los sujetos. Tal proyecto implicaba estudiar las condiciones de aparición y apropiación del neotomismo en un doble plano: un plano epistémico y un plano pedagógico. En el plano epistémico/epistemológico, fue necesario describir el entramado que formaron, en Europa y en Colombia, saberes como la Gramática general y razonada, la Ideología (teoría sobre el origen sensorial de las ideas) de Destutt de Tracy, el eclecticismo espiritualista de Victor Cousin, el método de la medicina experimental de Claude Bernard, el positivismo de Comte y el evolucionismo de Spencer, la filosofía del sentido común de Jaime Balmes, hasta las filosofías tradicionalistas de De Maistre, de Bonald y M. A. Caro. Y en el plano pedagógico, hubo que describir la superficie institucional que soportó estratégicamente esos saberes: los planes de estudio, los textos didácticos, las instituciones de enseñanza secundaria y los manuales de filosofía escolar utilizados en las Facultades de Filosofía y Letras. De ellas se desprendería tardíamente, hacia 1892, el actual bachillerato moderno, lo que constituyó un evento mayor en la formación del sistema educativo colombiano, y que coincidió, para bien o para mal, con la institucionalización de la filosofía neotomista. El hilo conductor que me permitió navegar entre esos dos planos fue la constitución del (o de los) sujeto(s) moderno(s) como sujetos de conocimiento y como sujetos de acción. El punto es que todas estas filosofías se aplicaron al delicado problema teórico-político de asegurar que el individuo, el hombre común o sujeto empírico, pudiese acceder por sí mismo a las verdades universales de la ciencia y a la vez garantizar una conducta correcta como ciudadano y persona.
Estado | Finalizado |
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Fecha de inicio/Fecha fin | 21/09/95 → 07/09/05 |