La identidad espacial de las plazas de mercado a través del paisaje sonoro: un estudio comparativo entre bogotá y cali.

Proyecto: Investigación

Detalles del proyecto

Descripción

Las plazas de mercado son un espacio que concentra prácticas culturales con gran tradición que representan para la ciudad un lugar de intercambio comercial cotidiano en torno a la alimentación y a otras actividades de su ámbito. En la actualidad, la plaza de mercado permanece como un lugar donde confluyen diversas manifestaciones tangibles e intangibles de la cultura, tradiciones orales, pregones y regateo, entre otras expresiones susceptibles de ser abordadas desde su manifestación sonora y que metodológicamente permiten incorporar variables que desde el sonido pueden enriquecer la comprensión y el análisis de este espacio. Como escenario de prácticas culturales y lugar que, en sí mismo constituye materialización cultural en diversas escalas, las plazas de mercado se han incorporado al amplio espectro de lo que en la actualidad y después del trasegar y el debate de más de un siglo, se reconoce oficial y alternativamente como un bien patrimonial. Sin embargo, este reconocimiento o valoración, se enmarca en los tradicionales enfoques y métodos de la axiología patrimonial, fundada en el objeto, y desconociendo que este en su existencia, es en sí mismo, un sistema complejo, que se reconoce a partir de la experiencia integral que del mismo se tiene. A diferencia del mundo objetual, en el que la definición del espacio se suele hacer desde lo concreto y desde la observación, la experiencia vivencial de un lugar está determinada por un reconocimiento sensorial más amplio que puede establecer diferencias notables respecto a la forma como percibimos el espacio solamente desde lo visual, que es la práctica más común. Mientras que la vista nos remite más a lo íntimo, el oído nos inserta en lo colectivo; en ese sentido, como apunta Domínguez (2015: 98), “el sonido no obedece las leyes de organización espacial a las que estamos acostumbrados, es decir, aquella de la vista y el tacto cuya sustancia específica les permite definir de modo mucho más claro un territorio”. El objeto de estudio de esta propuesta se centra en el paisaje sonoro de las plazas de mercado de Cali y Bogotá para indagar en el carácter identitario con el que lo sonoro contribuye a su definición. Esto nos sitúa directamente en un escenario con dos perspectivas: una espacial y otra sonora, sin embargo, es importante anotar que justamente se quiere considerar lo sonoro como parte constitutiva e inseparable de la dimensión espacial, al contrario de los análisis regidos por la sola observación de lo material. Esta orientación amplía la condición ojocentrista de la cultura occidental que ha basado gran parte de su conocimiento en lo visual gracias a la potencialidad de representación analógica que tienen los medios gráficos. La capacidad de capturar lo sonoro se consiguió solo hasta el siglo XIX, antes su esencia efímera apenas si era recordada, descrita o nombrada y hasta representada con limitaciones por ejemplo en partituras musicales, pero difícilmente fijada. Es importante resaltar que cada vez es más usual encontrar que, disciplinas como el urbanismo, el diseño, la arquitectura, la antropología, la geografía y la sociología, incorporan lo sonoro como una herramienta que busca introducir lo sensible en la manera en que se habita el espacio. Se trata de reconocer a los otros que también suenan y con los cuales se comparte, se sonifica y se escucha el mundo. Escuchar el paisaje sonoro es asumir preguntas desde los sentidos y problematizar el horizonte aural como espacio en que se despliega la vida social. En las últimas décadas la concepción tradicional del espacio como un constructo abstracto y geométrico se ha transformado gracias a la contribución entre otros de Foucault (1967), Lefebvre (1991) y Santos (2000), en tanto el espacio se considera entonces un régimen que comporta lo físico y lo social. Es una unidad relacional en la que Santos (2000:19) subraya, por un lado, lo indisociable de los objetos naturales y sociales y por otro, la vida que los llena y anima, una sociedad en movimiento que resuena, pues vida es acción, todo movimiento produce sonido y por lo tanto todo lugar es sonoro. En ese sentido, el enriquecimiento del espacio también incluye los lugares de la memoria colectiva, que hoy son objeto de discusión a partir de categorías que superan la noción de objeto inmueble, y toman como referencia la condición territorial del habitar y del hábitat humano. Nuevas categorías que rodean la idea de lo patrimonial (un concepto institucional) y que vienen abriendo paso a una complejización de su valoración y conservación. Paisajes, territorios, poblados y rutas culturales, entre otras, no han sido suficientes para deconstruir el peso de los imaginarios instituidos del patrimonio cultural urbano arquitectónico; que lo han objetualizado, poniéndolo en una limitada condición de referente testimonial, y lo han desarticulado de las dinámicas sociales, ambientales, urbanas y territoriales. Esta rigidez en la estructura de los imaginarios del patrimonio cultural, subyace en una axiología pensada desde el positivismo, que acunó las primeras teorías de la conservación patrimonial. En el campo específico de la axiología o valoración patrimonial, es necesaria una revisión a las aproximaciones valorativas fenomenológicas y desde ahí a los instrumentos de la valoración, puesto que el estado actual, relega eternamente al patrimonio cultural a una dimensión esteticista, simbolista, historicista y por lo tanto suntuaria y elitizante. Una axiología patrimonial fundamentada en la experiencia en, y desde, los bienes de interés cultural, sería un aporte trascendental para avanzar en el urgente camino que se descubre inexplorado, en el ámbito de los debates axiológicos que tienen en su esencia, la pregunta por lo que se conserva y lo que no, por lo que se valora y por el cómo se valora, por lo que nace patrimonial y lo que se torna patrimonio por la atribución de valor, se patrimonializa, y por el sentido de esta axiología en la construcción prospectiva de comunidades sostenibles desde su identidad. Lo que claramente abonaría en la evolución conceptual y porque no, en las políticas públicas de este campo. Alrededor de esta confluencia de formas culturales susceptibles de ser patrimonio, aparece entonces una dimensión identitaria que comporta marcas y rasgos diferenciales en la definición de la naturaleza de lo considerado. En esta estructura, el sonido participa de forma activa dado que cada espacio y momento posee una sonoridad particular, inseparable del resto de estímulos. El que lugares, grupos y personas posean una sonoridad propia reconocible mediante la escucha son “los mecanismos que permiten que opere la identidad sonora, concepto que sirve para referir a un sonido distintivo gracias al cual los individuos y los grupos se reconocen entre sí y se diferencian de los demás” (Domínguez, 2015: 96). En ese sentido, el paisaje sonoro contribuye a la identidad y refleja las transformaciones sufridas por el entorno. Sonidos que antes resonaban en los barrios han sido remplazados por la cacofonía de la urbe; voceadores de prensa, el pregón de los vendedores ambulantes, recicladores, expresiones idiomáticas con diferentes acentos regionales, carretillas de caballos, comparsas callejeras, tonadas de los carros de helados y el afilador de cuchillos, se van enmascarando dentro del paisaje cambiante en el que subsisten algunos sonidos mientras que otros van desapareciendo o quedan en algún apartado de la memoria colectiva. No es arriesgado afirmar que estas sonoridades son referentes identitarios que contribuyen a un reconocimiento intersubjetivo y que se hace necesario su reconocimiento y salvaguarda como parte intangible de nuestra cultura. Atienza (2008), desarrolló ampliamente la aplicación de la categoría identidad sonora, a partir de la idea de los sonidos como generadores de identidad en la ciudad. Con su investigación sobre la incorporación crítica del concepto de identidad sonora en la elaboración del proyecto urbano, desarrolló métodos específicos para analizar los objetos sonoros que constituyen parte de la identidad urbana. Primero, con una postura desde lo patrimonial en donde se incluye lo sonoro como parte de la cultura urbana, y se refiere a los objetos sonoros característicos de un lugar, los cuales se convierten en señales que pueden cumplir “funciones monumentales o de memoria colectiva” (Atienza, 2007: 4); y segundo, con la idea del paisaje como un continuo sonoro que configura el fondo al que se está habituado y aunque no genera eventos característicos, siempre permanece allí y forma parte del tejido del lugar, modelado por los hábitos y usos locales. Todos los lugares en la ciudad tienen “rasgos sonoros característicos que nos hablan de sus cualidades espaciales, de las temporalidades y de los usos que lo habitan” (Atienza, 2007: 2), estos conforman su identidad sonora, que se origina en la vivencia urbana cotidiana, en su repetición y en el concepto de tiempo de la experiencia en tanto se genera memoria sonora del lugar habitado, por lo tanto, “la experiencia ordinaria del ambiente sonoro es justamente el origen de la identidad sonora de un lugar” (Atienza, 2008: 31). Como afirman Carles y Palmese (2003: 4), una aproximación al concepto de identidad sonora urbana se refiere al “conjunto de sonidos que hace que la ciudad produzca un sentimiento de permanecer idéntica a sí misma”, lo que implica que no son solo los objetos sonoros excepcionales o las marcas sonoras los que la construyen, sino también los ordinarios que se denominan fondos sonoros, los cuales son significados en la experiencia sonora cotidiana. Es así como el concepto de identidad sonora urbana se plantea como una expresión viva de la relación sujeto-entorno que va más allá de una concepción patrimonial y se constituye, como afirma Atienza (2008), en una descripción cualitativa del espacio que pretende descubrir rasgos de identidad de una configuración urbana y de sus modos de habitar. La identidad sonora define la relación entre los habitantes y el paisaje sonoro urbano de una forma particular, y diferencia la experiencia sonora de un lugar a otro. Aunque en principio no se puede definir de forma absoluta, porque siempre es relativa al sujeto que escucha, continuamente es dinámica porque depende en gran medida de la actividad urbana, lo que se puede describir como un fenómeno que permite caracterizar los sonidos comunes a un lugar, como menciona Silva (2006), obedece a las intersubjetividades que tejen el imaginario sonoro de una ciudad a partir de los sonidos cotidianos con los cuales sus habitantes se identifican, aunque no haya una conciencia clara al respecto. Como constructo físico espacial, como hábitat humano en su condición física y simbólica, como escenario-espacio vital de las sociedades humanas (Roth, 1993), la ciudad y los edificios, los escenarios urbanos y arquitectónicos, constituyen el lugar referencial de la experiencia del mundo habitado por el hombre (Merleau-Ponty: 1993). Así pues, el patrimonio urbano arquitectónico, como entorno físico, espacial y simbólico, constituye una experiencia multidimensional del mundo, en la que lo material y lo inmaterial, evidencian la urgencia de una valoración patrimonial, que supere la perspectiva, física, historicista y testimonial. No se trata de descartarla, pero sí de incorporarla con otros enfoques en un proceso de complejización experiencial y holístico. Por otra parte, la investigación sobre el paisaje sonoro en Colombia va ganando terreno y en ese panorama las ciudades de Cali y Bogotá sobresalen por haber logrado profundizar en dicho campo. En Cali se pueden mencionar indagaciones sobre barrios (Llorca, 2014, 2016, 2016a, 2017; Garay, 2015, 2017; Cañas, 2019), trabajos sobre la memoria sonora (Soto, 2016) e indagaciones sobre el paisaje rural (Llorca, Guerrero, Garay y Ordóñez, 2016). Por su parte en Bogotá se han desarrollado estudios sobre el paisaje sonoro de la carrera séptima y los cerros orientales (Cuervo, 2015), o el trabajo Postales-Bogotá Sonográfica sonoras del colectivo SONEMA, (http://sonema.org/bogota-fonografica/), entre otros. Guardadas las proporciones, hay precedentes como el proyecto European acoustic heritage (Kytö, Remy & Uimonen, 2012) en el que, desde un trabajo conjunto entre varios países, buscaron formas de definir, describir y configurar un patrimonio acústico europeo. El proyecto buscaba preservar y apreciar este patrimonio teniendo en cuenta las diferencias culturales involucradas. El presente proyecto es una oportunidad para poner en diálogo las experiencias sonoras de ambas ciudades, avanzar en la consolidación de metodologías, poner en circulación formas de saberes tradicionales desde lo sonoro, del patrimonio, la cultura, y hacer una contribución de carácter interregional, la cual supondría un proyecto pionero en el país y una contribución a los estudios del espacio y la cultura desde una dimensión más amplia. Estos antecedentes estimulan a preguntarnos ¿de qué manera el paisaje sonoro contribuye a la identidad espacial de las plazas de mercado?
EstadoFinalizado
Fecha de inicio/Fecha fin09/01/2009/07/21

Estado del Proyecto

  • Terminado