Detalles del proyecto
Descripción
1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA La estructura social que emerge en Suramérica con la ruptura del orden colonial, y con la fractura de la jerarquía territorial que implicaba, estuvo más cercana a una federación de poderes sin un centro político con capacidad de ponerse a la cabeza, que a la emergencia de ordenes estatales nacionales. En la situación que desató el proceso de independencia luego de la ruptura colonial y su posterior colapso no se constituye una sola configuración de poder militar y político centralizado sino una serie de redes de poder social superpuestas, que dieron lugar a múltiples proyectos divergentes, y que a su vez buscaron establecer sus propias organizaciones autónomas de poder, pero sin el predominio sustantivo de alguna. Este carácter múltiple de los actores de poder se expresó como descentralización política y militar, y múltiples redes de interacción que se entrecruzaban pero que diferían en su espacio geográfico y social. Fueron entonces los cabildos y sus provincias las unidades políticas desde las cuales se buscó coordinar el poder político y militar, como centros políticos que correspondieron, según el caso, a zonas económicas, a zonas geográficas, o a espacios que constituían fronteras militares. En esta situación en que todos los actores de poder conservaron o procuraron esferas de autonomía, se abrieron múltiples posibilidades y los acontecimientos asociados a la guerra de independencia precipitaron importantes cambios sociales o llevaron a importantes cambios del poder social; entre los más importantes estuvo la aparición de un nuevo poder militar. De acuerdo a lo anterior, el objeto del trabajo es la formación de los ejércitos de San Martín y Bolívar como las únicas redes militares regulares que fueron concebidas con visión estratégica de la Independencia como una campaña continental, y en cuanto tal fueron los que se constituyeron en sus instrumentos decisivos. La constitución de estas organizaciones armadas tuvo consecuencias para la reorganización de la vida social como un todo ; ya fuera en torno a la reestructuración de los regímenes políticos y sus instituciones, los proyectos estatales y sus fuentes de legitimidad, la definición de fronteras, o alrededor de las jerarquías sociales, de las instituciones militares mismas y de las formas de organización económico-sociales. Los ejércitos de la independencia desplegaron iniciativa política y diplomática, se constituyeron como poderes con independencia política y territorial, portaron un proyecto revolucionario y fueron «sujetos de un tipo específico de soberanía y de legitimidad» . Al menos en sus aspectos militares, el proceso de la independencia hispanoamericana, describió un arco temporal que abarca el periodo que va entre 1810 y 1826. La guerra de independencia se desarrolló en medio de un complejo cuadro político y estratégico que vinculó los procesos de cada virreinato con los desarrollos de cada una de las otras regiones hispanoamericanas, a la vez que a todas ellas con los cambios sufridos en España y con las transformaciones en las relaciones de poder entre las potencias europeas. En particular, la guerra de independencia española contra la invasión francesa, entre 1808 y 1814, y por los sucesos ocurridos en la península entre 1815 y 1820, guardan una estrecha relación cronológica y explicativa con el proceso militar de la independencia en Hispanoamérica. El año de 1808 marcó no solo la convergencia de acontecimientos como el motín de Aranjuez y la abdicación del rey Carlos IV, sino el despegue de un proceso estrictamente militar con los alzamientos en las provincias españolas a raíz de la intensificación de la intervención francesa en España durante el mismo año. A partir de entonces, el ejército francés no solo debió enfrentar las tropas regulares españolas, sino «la insurrección de la nación en armas» mediante fuerzas irregulares que practicaron la guerra de guerrillas . La ocupación francesa llevó a la constitución de una Junta Suprema en Sevilla para gobernar España en ausencia del rey, y la posterior caída de Andalucía y el repliegue del ejército español a Cádiz, obligó a su sustitución por el Consejo de Regencia de España y las Indias, a partir del cual, y bajo la protección militar de los ingleses, se convocaron las Cortes finalmente instaladas en septiembre de 1810. Las respuestas americanas ante los acontecimientos españoles entre 1808 y 1810 fueron sumamente variadas a pesar que las circunstancias internacionales permanecieron constantes . Los dos virreinatos más antiguos y las colonias más valiosas para España, el de Nueva España y Perú, junto a Cuba, nunca rompieron con España; las zonas de Chiloé y Valdivia en Chile; el oeste de Venezuela, Coro y Maracaibo; Santa Marta, Pasto y Popayán en la Nueva Granada, se mantuvieron como bastiones de la causa española. En el caso de las Provincias Unidas, los focos de resistencia a la revolución en Buenos Aires fueron Montevideo y Paraguay; en la Capitanía General de Guatemala, las juntas constituidas y algunos motines que tuvieron lugar, fueron fácilmente reprimidos. Tampoco en las Antillas se produjo ningún movimiento revolucionario. Estas diversas respuestas, explican el hecho que las guerras de independencia no se generalizaran . Entre tanto, capitales coloniales como Buenos Aires, Santa Fe, Santiago o Caracas optaron por la independencia, sin renunciar a su fidelidad por rey . Desde un principio, los independentistas organizaron ejércitos para lograr el dominio del territorio de su jurisdicción, capitanía o virreinato, o para tratar de imponerse sobre las provincias que, o bien se resistían a la supremacía demandada por las capitales, o bien eran decididamente realistas. Con las insurrecciones de Buenos Aires, Quito, Chile y las de la Nueva Granada en 1810, el virreinato del Perú quedó aislado en Suramérica, al transformarse en la base para las campañas de represión de los movimientos de independencia, las insurrecciones o las invasiones de fuerzas rebeldes en las zonas colindantes a su jurisdicción . Así, se va definiendo una característica central del proceso militar de la independencia, en el Perú reside la fuerza principal de los realistas en Suramérica. En el inicio de los despliegues militares, todos los ejércitos que se levantaron tuvieron un componente proveniente de la fuerza regular o veterana que previamente existía, así como de unidades de milicia provincial o urbana. En el virreinato de Nueva Granada, sus tres capitales, levantadas en 1810, contaron con unidades ex realistas que se sumaron a los movimientos; a ellas se agregaron nuevas unidades organizadas siguiendo el modelo de las unidades de milicia y con una estructura similar. En Chile y Buenos Aires, las autoridades insurgentes organizaron sus fuerzas también a partir de las unidades ex realistas existentes. Buenos Aires contó además con los cuerpos de milicia formados durante la lucha contra las invasiones inglesas de 1806 y 1807, que constituyeron la columna vertebral del ejército de la revolución de mayo de 1810. El aporte de las tropas veteranas es central en la constitución de unidades de ejército capaces de «enfrentarse en campo abierto y a considerable distancia de sus bases contra otro ejército» , es decir, la constitución de ejércitos de operaciones; una necesidad que también tuvo que suplir el enemigo. El virrey Abascal en el Perú, que contó al principio con todas sus tropas veteranas y con las milicias, para 1813 había creado ya un nuevo ejército virreinal que pudo calificarse de regular, el cual tuvo a su cargo enfrentar a los insurgentes en el Alto Perú durante los siguientes años . En la Capitanía de Venezuela el verdadero ejército realista en esta región y época será el que organice Boves en los llanos de Venezuela . La estrategia realista después de 1815 se orientó, en el sur, a la reconquista de Chile y a mantener el Alto Perú, y en el norte suramericano, la expedición de Morillo buscó el dominio de la totalidad del virreinato de la Nueva Granada; de hecho, las campañas realistas de 1815 y 1816 prácticamente aniquilaron todas las tropas independentistas de este virreinato, con excepción de algunas guerrillas . Así pues, la gestación del proceso de independencia demandó a los independentistas la constitución de unas fuerzas militares regulares sin antecedente, que llegaron a tener la capacidad para derrotar los ejércitos realistas en América. Los oficiales militares profesionales que aportó el anterior ejército peninsular no solo resultaron reducidos en número, y las unidades coloniales debieron ser reestructuradas, sino decididamente incapaces de construir organizaciones militares con capacidad para mantener operaciones ofensivas. La gestación de estos ejércitos involucró las milicias, tan decisivas en el primer periodo, a su vez un componente del ejercito colonial y la base de los primeros emprendimientos militares; algunos hombres cuya carrera militar había comenzado en España o Portugal, aun antes de la invasión francesa de 1808 a la península ibérica; en otros casos a quienes habían tomado las armas dentro de las fuerzas coloniales acantonadas en las distintas provincias americanas; otros más, la mayor parte, se debieron forjar en la propia lucha, en la marcha de la guerra; y por último a veteranos británicos, irlandeses, franceses y de otras naciones europeas, quienes aportaron su experiencia de combate y su instrucción militar como veteranos de las guerras napoleónicas. Es en este escenario en el que entran a jugar un decisivo papel las iniciativas tanto de San Martín como de Bolívar por construir unidades regulares con capacidad de enfrentar a los ejércitos absolutistas y la concepción, por parte de ambos, de una campaña continental si de lo que se trataba era de consolidar la independencia respecto del absolutismo español. Y es justamente la organización de estos ejércitos regulares inéditos, sin continuidad absoluta con el ejército colonial, lo qu}
Estado | Finalizado |
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Fecha de inicio/Fecha fin | 09/10/17 → 30/06/21 |
Financiación de proyectos
- Interna
- PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA