La Ciudad y el Progreso Social

  • Tarchopulos Sierra, Doris (Investigador principal)

Proyecto: Investigación

Detalles del proyecto

Descripción

La persistencia de los problemas sociales parece haber agotado la esperanza en una sociedad justa, particularmente en los países en vía de desarrollo donde se han agravado las dificultades para alcanzar unas condiciones de vida equitativas. Ello demuestra el fracaso de la aplicación del modelo de los países desarrollados en los de desarrollo intermedio, y sugiere la búsqueda de un modelo alternativo. A pesar de los indicios de la disminución de la pobreza todavía abundan las penurias sociales similares a las de la primera etapa del capitalismo occidental. Sin embargo, ni la frustración de la utopía, ni el florecimiento del liberalismo económico significan el fin de la búsqueda de justicia social. Adicionalmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y mientras la urbanización de los países desarrollados ha sido paulatina la tasa de urbanización de los países subdesarrollados ha crecido a una rapidez sin precedentes, lo que ha agravado la inequidad. En consecuencia, la ciudad es el lugar donde se hace efectiva la justicia social razón por la cual es indispensable pensar en su futuro en función de la evolución de sociedad que alberga. No obstante, se debe admitir la dualidad de la ciudad, ya que ha contribuido a la evolución de la sociedad en su conjunto, al tiempo que ha sido un gran obstáculo para la equidad social. La ciudad ha sido y sigue siendo un sistema complejo, diverso e incompleto que ha tenido la capacidad y la agilidad para asimilar o sobrevivir a las crisis urbanas a lo largo de su historia. Aunque todavía no ha superado algunos de los viejos problemas que conviven con las exigencias de los nuevos desafíos como la la des-urbanidad asociada a la desigualdad, la inequidad y en consecuencia al progreso de sus habitantes (Sassen 2012, Sassen 2012, Sassen 2013) Actualmente la población mundial asciende a más 6.000 millones de habitantes, de los cuales el 54% vive en áreas urbanas y las proyecciones indican que para 2050 dicha proporción será del 60%. Además, cerca de 1.000 millones habitantes viven en barrios marginales y para el 2050 esa cifra se triplicará (United Nations 2014). Por consiguiente, proyectar el progreso de la sociedad en el marco de la ciudad actual y la futura requiere pensar en el significado práctico de los principios que orientan el urbanismo y su práctica, la planeación urbana. Desde la antigüedad y sobre todo desde el Renacimiento, ha existido el interés de proyectar el futuro físico-espacial de la ciudad en función de un modelo de sociedad. No obstante, es a finales del siglo XIX cuando se origina la disciplina del urbanismo y de su práctica expresada en la planeación de la ciudad, como respuesta teórica e instrumental a la urgente necesidad de resolver los grandes problemas sociales, higiénicos y funcionales de la ciudad causadas por la revolución industrial. El urbanismo moderno tomó conceptos derivados de la naciente noción de industria como la simplificación y separación de actividades, lo cual devino en la idea de zonificación ampliamente difundido por el urbanismo funcionalista (Choay 1970, Choay 1971, Ascher 2004, Secchi 2005, de Solà-Morales 2008). Algunos de los problemas causados por la aplicación distorsionada de los postulados del urbanismo funcionalista son, entre otros: la sustitución del plan urbanístico por la zonificación al servicio exclusivo del mercado; la negación de los beneficios de la ciudad densa y compacta; la eliminación de la subordinación de la calle a los edificios; la negación de lo público a favor de lo colectivo; los grandes conjuntos cerrados de vivienda en altura; la urbanización marginal y la producción de vivienda informal; la transformación de la ciudad en función de las autopistas; el olvido de la escala regional; y la proliferación de los suburbios. Como resultado, la materialidad de la ciudad contemporánea es una mezcla heterogénea compuesta por fragmentos de ciudad tradicional; partes de centro histórico; porciones de tejido moderno; sedes globales; piezas desconectadas; áreas abandonadas; periferias marginales; asentamientos sin urbanidad; trozos rurales urbanizados; fracciones urbanas dispersas en el campo; suburbios autónomos o dependientes, etc. (Bohigas 2003, Secchi 2010, de Solà-Morales 2013). Las consecuencias en términos de desigualdad, marginalidad, segregación, inmovilidad e insostenibilidad urbana son ampliamente conocidas, lo cual ha puesto en duda la capacidad del urbanismo en general y del funcionalismo en particular para resolver los problemas urbanos del siglo XX en busca de del ideal de bien común anhelado por los autores de distintos postulados para proyectar el futuro de la ciudad. De igual forma, el modelo de sociedad industrial y uniforme implícito en los principios urbanísticos que orientaban la planeación funcionalista apoyada en el Estado de Bienestar, ha devenido en una sociedad compleja, plural y desigual. Así mismo, el modelo de producción fordista ha puesto en riesgo la sostenibilidad de la ciudad y del planeta, aunque todavía convive con nuevos modelos de producción y gestión de carácter formal e informal. En consecuencia, los nuevos conceptos que orientan el urbanismo y su práctica tienen que ver con dos ideas que van de la mano. De un lado está la idea de ¿justicia espacial¿ (Soja 2009, Fainstein 2010, Harvey 2010, Soja 2010, Fainstein 2013), y de otro la noción de la ¿sostenibilidad¿ tanto del desarrollo urbano como de la forma urbana (Williams, Jenks et al. 2000, Burton, Jenks et al. 2003, Burdett and Sudjic 2007, Rode, Burdett et al. 2009, Burton, Jenks et al. 2013, Jenks, Kozak et al. 2013, Gadanho, Burdett et al. 2014, Skjonsberg, Sennett et al. 2015, Burdett 2016).}
EstadoFinalizado
Fecha de inicio/Fecha fin15/08/1714/02/19

Financiación de proyectos

  • Interna
  • PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA