Detalles del proyecto
Descripción
Resumen: La cuenca del río Combeima está localizada en el flanco oriental de la cordillera central, en el municipio de Ibagué, Tolima (Conpes, 2009). Se extiende por 27,421 Ha (Pérez y Bosque, 2008), y la conforman 18 microcuencas (Conpes, 2009). Las variaciones altitudinales son muy marcadas: van de los 700 msnm hasta los 5200 msnm (Cedar y Cortolima, 2006). Esas variaciones resultan de una estructura geomorfológica marcada por pendientes muy pronunciadas, por las que fluyen numerosas quebradas que transportan rocas de tamaño considerable y son la razón principal por la cual las instituciones a cargo de la gestión del riesgo clasifican el Cañón como un “área de alto riesgo no mitigable”. A partir del trabajo de caracterización que hemos adelantado en el último año en el Cañón del Río Combeima (Siicuna, 2021), iniciamos la exploración del complejo acervo de conocimientos ecológicos tradicionales de sus habitantes sobre los ritmos y modos de comportamiento de las aguas, del territorio y de sus maneras de entender y vivir con el riesgo, entre otros procesos más. Don Henry Valero —un agricultor de la parte alta de la vereda Villa Restrepo— narraba: “Usted llega a un potrero y en un verano encuentra algo; usted siembra [el árbol del] nacedero y a los pocos años tiene un nacimiento de agua. Entonces, el agua se puede sembrar: donde usted vea una mancha de agua en verano que no se secó, ahí será un futuro nacimiento” (entrevista en Villa Restrepo, 2021). La frase de don Henry recrea y sintetiza una acción de cuidado del agua y su entorno que llevan a cabo muchos hombres y mujeres que han logrado desarrollar un conocimiento ecológico tradicional sobre el agua, que subvierte las desconexiones y fragmentaciones arbitrarias que priman en las comprensiones institucionales. En otra perspectiva, don Orlando Nieto, un habitante de Puerto Perú y líder comunitario, así describía una creciente intempestiva del río: “… oíamos que [el río] pujaba y pujaba. Entonces salía uno ahí y [veía] que bajaba semejante avalancha” (entrevista en Puerto Perú, 2021). En sus palabras, el “pujar” es una señal del río que indica un peligro inminente; el río comunica y la gente debe ser sensible a ese pujar para reaccionar oportunamente a su mensaje. En la siembra del agua y en el pujar del río se articulan de manera compleja agua, personas, territorio y riesgos, a través de redes de cuidado, de comunicación y de intercambio que suelen permanecer ilegibles para las instituciones. Estas monopolizan el derecho a establecer cómo, por qué y con quién hay que cuidar el agua y gestionar el riesgo en un lugar como el Cañón del Combeima. Las instituciones intervienen el territorio con sus racionalidades y lenguajes técnico-expertos y se respaldan en la fuerza normativa para regular lo que ellas consideran debe ser el relacionamiento adecuado de los habitantes del Cañón con el agua, con el territorio y con el riesgo. Y esa narrativa dominante ubica a las personas del Cañón como las principales responsables del deterioro del agua y las señala de habitar una zona de alto riesgo en la que no deberían vivir. Esas acciones configuran un imperativo institucional en un contexto de presión económica por el recurso estratégico del agua, ya que el río Combeima abastece el acueducto municipal de la ciudad de Ibagué y suple la demanda hídrica de la agroindustria del arroz, uno de los polos de la economía departamental, localizada en la cuenca baja del río (Siicuna, 2021). En tal contexto, podemos asimilar la siembra del agua o el pujar del río como una expresión situada de lo que Santos (2019) describe como epistemologías alternativas. Estas tienen el potencial de resignificar y movilizar la epistemología para convertirla en un “instrumento de interrupción de las políticas dominantes y de los conocimientos que las sostienen. Son epistemologías experienciales” (Santos, 2019: 22). Y al ser experienciales, todos los conocimientos son dinámicos. Por eso, nos resulta crucial potenciar y profundizar la caracterización y visibilización de los conocimientos ecológicos tradicionales sobre el agua, el territorio y el riesgo, para que puedan empezar a ser legibles en la racionalidad burocrática de las instituciones, y se puedan poner en diálogo con las sensibilidades técnicas que la soportan. Contribuir a la exploración y visibilización de esas alternativas epistemológicas en/sobre/desde el territorio, es un esfuerzo que contribuye a propósitos más amplios en torno al cuidado de la gente y de la naturaleza en clave relacional y desde una perspectiva inter y transdisciplinaria. Entendemos los conocimientos ecológicos tradicionales como un concepto que articula el conocimiento “local y empírico de las especies y otros fenómenos ambientales”; el saber “práctico [sobre] la manera en la que la gente lleva a cabo sus actividades” y las “percepciones de la gente sobre su rol como parte de unos ecosistemas y cómo ellos interactúan con los procesos naturales” (Berkes, 2008: 5-6). Esta definición expone que los conocimientos ecológicos tradicionales no se limitan a una esfera abstracta, sino que también implican niveles prácticos y empíricos, al traducirse y nutrirse en/de la acción. No se trata entonces de conocimientos “fijos” e invariables. Analíticamente, consideramos que las tensiones entre la experiencia de estas personas en el Cañón y sus interacciones complejas con las intervenciones institucionales que se hacen para “gestionar” el territorio, el agua y el riesgo, configuran un “territorio hidrosocial”. De acuerdo con Damonte (2015), en este concepto convergen tres categorías interdependientes: poder hídrico, ciclo hidrosocial y territorio. El poder hídrico refiere a las tensiones sociales que emergen entre diferentes actores por el control del agua, sus representaciones y los conocimientos que se consideran legítimos para definir quién tiene derecho a qué y por qué con respecto al agua. El ciclo hidrosocial “hace referencia a la permanente interacción entre el ciclo hidrológico y el devenir social: la manera compleja y diacrónica en que la acción humana (y el poder inherente a ella) reconfigura el ciclo natural del agua y viceversa” (Damonte, 2015: 115). Finalmente, el territorio refiere a la configuración amplia de elementos bióticos y abióticos en los que la vida humana y no humana se intersectan. En suma, el territorio hidrosocial enfoca su atención en la comprensión de las estrechas imbricaciones que co-constituyen a las personas, el agua, su movimiento y el territorio, en un entramado de complejas relaciones de poder. Por lo anterior, consideramos sustancial desarrollar un trabajo académico y de impacto social que, simultáneamente, aporte a profundizar la caracterización de las dinámicas de gestión de los recursos naturales y del riesgo en el Cañón, y a construir diálogos entre los conocimientos ecológicos tradicionales de sus habitantes y los conocimientos técnico-expertos del campo de la gestión ambiental y del riesgo. Esos diálogos emergerán a partir de espacios de intercambio de conocimientos y saberes entre habitantes locales del Cañón y personas especializadas en la concepción técnica de los ciclos y flujos del agua y de la gestión del riesgo, y de las concepciones culturales en torno al territorio y a la ecología, que hacen parte de este proyecto. A este respecto, cabe destacar que la Encíclica Laudato Sí (2015) define y posiciona la ecología integral como un elemento transversal en la comprensión y relacionamiento genuina de los seres humanos con los entornos que habitan. En concreto, la ecología integral vincula las comprensiones tradicionales de la ecología —ambiental, económica y social— con una “ecología de la vida cotidiana”, en la cual cobra importancia central “analizar el espacio donde transcurre la existencia de las personas” (Encíclica Laudato Sí, 2015: 114) y se conecta con la noción de bien común. Este configura “un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social” (Encíclica Laudato Sí, 2015: 121). En otras palabras, el conocimiento y la práctica que emerge de la vida cotidiana de las personas es fundamental para lograr una gestión ética de los bienes comunes. Consideramos que el diálogo entre diferentes formas de conocimiento sobre el agua, el territorio y el riesgo se puede entender como una estrategia para configurar una ecología de saberes, entendida como el “reconocimiento de la copresencia de diferentes saberes y la necesidad de estudiar las afinidades, las divergencias, las complementariedades y las contradicciones que existen entre ellos” (Santos, 2019: 32). No se trata de asumir que esos diálogos disolverán las asimetrías de poder que emergen entre esos saberes, pero son una estrategia para visibilizar, intercambiar y fortalecer posturas en torno al lugar de los habitantes en la gestión del agua, del territorio y del riesgo en el Cañón. Para abordar el contexto problemático que hemos descrito, este proyecto se guía por la siguiente pregunta: ¿Cómo fortalecer la gestión del agua, del territorio y del riesgo desde una perspectiva de ecología integral que ponga en diálogo los conocimientos ecológicos tradicionales y técnico-expertos en un contexto de transformación de los territorios hidrosociales en el Cañón del Río Combeima?
Estado | Finalizado |
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Fecha de inicio/Fecha fin | 15/02/22 → 15/03/23 |
Palabras clave
- Agua
- Cañón del río combeima (tolima)
- Dialogo de conocimientos
- Riesgo
- Territorio
- Territorios hidrosociales
Estado del Proyecto
- Sin definir
Financiación de proyectos
- Interna
- Pontificia Universidad Javeriana