Prácticas formativas y comunitarias en el marco de la educación rural, la construcción de paz y la reconciliación.

Project: Research

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Hablemos de algunos horizontes de sentido. En una densa trama de transformaciones y realidades sociales y políticas complejas se han ido forjando los maestros y líderes sociales en América Latina, especialmente aquellas y aquellos que han vivido el devenir de una sociedad convulsionada por el conflicto armado colombiano. Un rasgo distintivo de esta región han sido su historia de invasiones, dictaduras, violencias, exclusiones y desigualdades; todas ellas manifiestas en las diversas prácticas de vida que sostienen los habitantes de los territorios que la conforman. Preguntarse por cómo esas prácticas, en clave de procesos formativos y comunitarios, contribuyen a la construcción de paz y la reconciliación en las diversas poblaciones, se convierte en una primera hipótesis con la que se gesta el acto pedagógico en los escenarios que han sido atravesados por el conflicto armado interno. Por lo tanto, la práctica pedagógica se ha encontrado con implicaciones y desafíos que rebasan el oficio de formar para la vida. El maestro no solo se encuentra en un escenario de tensiones disciplinares, donde el acto de rayar el tablero va más allá de una acción prolija de su saber conceptual, pues también se hace evidente la configuración de las diversas subjetividades políticas con las que el enseñar se asume como un acto de interpelación constante ante los discursos hegemónicos que se imponen dentro y fuera de una comunidad, y el aprender se asume como un acto que reinventa la vida en comunidad. Es aquí donde el ejercicio pedagógico, propio del ser maestro, se acerca ontológicamente a la práctica del líder social con la que se gesta la comunidad en sí. Hacer comunidad deviene de una pregunta por la formación. Formar no solo se asume como la construcción de un cúmulo de objetos disciplinares, formar se asume como un acto de vida, un acto con el que se configura la práctica cotidiana de las comunidades y, a su vez, decanta cada fenómeno social y político -como la violencia- que viven las comunidades. La violencia es un fenómeno socio-cultural instalado en las esferas del poder público colombiano. Desafía los estandartes del actuar humano, en medio de la disidencia y la diferencia ideológica en el país. El investigador Orlando Fals Borda (1999), quien dedica vida y obra a la configuración histórica de este fenómeno, comparte su visión apoteósica de las guerras civiles y los conflictos internos que marcaron la vida del país en las últimas décadas del siglo XIX y todo el siglo XX. Sin las revueltas internas de los Estados Federales, ejecutadas entre 1812 y 1886, se puede afirmar que, Colombia sufrió nueve guerras civiles de alcance nacional. Además, hubo otras catorce de carácter regional e innumerables revueltas que llevaron a la conformación del espíritu contra-hegemónico que caracteriza al movimiento político de finales del siglo XX. Esta violencia que data de hace más de siglo y medio, se caracteriza por la importancia que tienen las guerrillas en el conflicto armado colombiano, especialmente en el territorio rural que cobija las grandes urbes en el país; la facilidad para conformarse garantiza la continua tensión e inestabilidad gubernamental. Es en este preciso momento de la historia colombiana en donde la figura del maestro rural y el líder social comienza a gestarse como punto intermedio que define los escenarios de distención armada, para dar paso a reconocer la labor de mediación y liderazgo social que asumen los maestros en territorio. La escuela rural y las organizaciones comunitarias comienzan a gestarse como escenarios para la paz, en donde enseñar y aprender se convierten en acciones de re-existencia para una comunidad resiliente en medio del caos. En medio del conflicto y estos correlatos históricos han estado los maestros rurales y las organizaciones comunitarias. De ello dan testimonio diversas narrativas literarias y audiovisuales que han captado los dramas, las luchas, la dimensión sensible de la guerra y su injerencia en la vida escolar, magisterial y social. Vale la pena recordar a la “La maestra”, pieza teatral contenida en la obra Los papeles del infierno del gran dramaturgo colombiano Enrique Buenaventura, la cual pone en primer plano la violencia que azotó a distintas zonas rurales del país en la década del cincuenta, como consecuencia de la guerra bipardista que protagonizaron liberales y conservadores. Esta obra es el discurso póstumo de una maestra tras su decisión de dejarse morir por los vejámenes a los que la sometieron a ella y a su familia; pues fue despojada de su padre, quien fue asesinado a manos de soldados, fue despojada de su tierra, de su cuerpo, de su oficio de enseñar; una violencia física y simbólica que se refuerza en el color rojo del barro y del polvo que se sugiere en la dramaturgia; la sangre que va impregnando los caminos y la vida de un pueblo inerme. Este proyecto de investigación tiene como principal antecedente la investigación titulada “Tránsitos hacia la paz territorial desde la escuela: desafíos y experiencias de los directivos docentes rurales en Colombia” (Lara & Otros, 2021). En este proceso se logró comprender las prácticas directivas docentes rurales como un proceso histórico-social, pues estas obedecen a estructuras provenientes de políticas públicas, y se manifiestan en las distintas relaciones, experiencias sensibles, sentimientos y dinámicas de los directivos con sus comunidades y contextos específicos de los territorios rurales en los cuales significan la realidad. Según esta investigación, la labor del directivo docente rural tiene lugar en medio del conflicto armado, del deterioro del tejido social, de las violencias y la desigualad. Solamente el 8,4% de las instituciones educativas ubicadas en zonas rurales ofrecen educación secundaria; y tan solo el 20% de los jóvenes que habitan en zonas rurales accede a la educación superior. La situación de riesgo de los directivos y docentes rurales, también se ha relacionado con el asesinato de líderes sociales en el marco del posacuerdo, como señalan (Bautista y Gonzales, 2019), “el país se enfrenta a un panorama incesante de muerte de personas que ejercen alguna labor de liderazgo con sus comunidades” (p. 273). Es por ello, que se busca comprender la configuración y la incidencia de las prácticas formativas y comunitarias en los territorios de Cundinamarca (Escuela de cultura campesina de Los Soches y La Requilina), Chocó (Institución Educativa Agropecuaria Diego Luís Córdoba), Antioquia (Organización de mujeres de la Comuna 13 de Medellín y Fundación Tejipaz) y Cauca (Museo y red de medios del pueblo de Misak), con el fin de rescatar los aprendizajes con relación a la pluralidad de saberes y las identidades rurales, como base epistémica de futuros proyectos educativos para las ruralidades. Se han seleccionado estas comunidades como parte del universo de la investigación, dado que estas cuentan con un proceso histórico de organización jurídica, legal, histórico y cultural, como también un poder de convocatoria y de juntanza social en sus respectivos territorios, facilitando al equipo de investigación la caracterización y consolidación de estas prácticas para el cumplimiento de los objetivos de la propuesta, como también, los procesos de co-creación que buscan dejar saberes instalados con las comunidades. En estos contextos, urge el acompañamiento a estas prácticas formativas y comunitarias de los territorios rurales, en donde los maestros y líderes sociales enfrentan las consecuencias de la desigualdad y aquellos vestigios de las ausentes políticas educativas en la comprensión de los fenómenos sociales y políticos que vive la zona, en especial la violencia y el desplazamiento armado. Si bien, el Foro Educativo 2018 organizado por el Ministerio de Educación Nacional había establecido una mesa de discusión alrededor de la educación rural, no se logró reconocer la articulación de las prácticas formativas y comunitarias con la fundamentación de la política pública educativa para territorios rurales afectados por el conflicto armado colombiano. Más adelante, el Informe de la Comisión de la Verdad (2022) afirma que las escuelas rurales se habían convertido en centros de cuidado y protección comunitaria ante el inminente conflicto que vive Colombia. Algunos casos se lograron documentar de comunidades como Jambaló (Cauca) donde la escuela se convirtió en un “Bunker” ante la presencia guerrillera del sector; Charalá (Santander) en donde los maestros del Colegio Nuestra Señora del Rosario – corregimiento de Riachuelo rediseñaron el currículo bajo la comprensión del respeto a la integridad de la mujer, después de que algunos directivos docentes del año 2000, en consorcio con grupos paramilitares de la zona, presentaran a las estudiantes como modelos de reinados de belleza, donde los comandantes de la zona escogían sus parejas sexuales. Es por ello que se hace necesario una construcción de escenarios de paz, en donde las comunidades escolares y sociales aporten a nuevas políticas educativas, en donde el maestro y el líder social se convierten en sujetos activos para la configuración de movimientos culturales, creativo y sensibles que deconstruyan estas violencias enraizadas en la historia de nuestras comunidades rurales. Las enunciaciones anteriores y el núcleo de interrogantes expuesto se concretan en la siguiente pregunta de investigación ¿Cómo se configuran las prácticas formativas y comunitarias para la educación, la construcción de paz y la reconciliación en los territorios rurales afectados por el conflicto armado colombiano?
StatusFinished
Effective start/end date03/08/2302/02/25

Project Status

  • In Execution

Project funding

  • Internal
  • Pontificia Universidad Javeriana