La racionalidad sapiencial en el estatuto del conocimiento teológico.

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La dinámica permanente de producción, legitimación y trasferencia de conocimiento, propia de toda época, ha llegado también hoy de forma crítica en términos de análisis honestos y desencarnados acerca del estatuto de las disciplinas que se han auto-denominado estrictamente ciencias en referencia a su fenómeno natural bajo el prisma de las dinámicas propias de lo empírico-analítico, por contraste con el estatuto de otros conocimientos, a los que las mismas ciencias no solo niegan su estatuto científico, sino incluso su estatuto disciplinar y su pertinencia en las actuales sociedades de conocimiento. En efecto, la univocidad del término ciencia se confina hoy en las márgenes, importantes pero estrechas, del interés del conocimiento ligado al análisis y comprobación del fenómeno natural. El fenómeno humano propio de las ciencias del espíritu y el fenómeno social propio de las ciencias emancipadoras parecen retroceder por detrás de las primeras, en tanto que el ser humano pareciera sucumbir por momentos a los diseños hegemónicos de la tecno-ciencia. Durante los siglos XIX y XX no solo se intensificó la racionalización de todo pensar y de todo el conjunto de la sociedad, sino que se desembocó en la pronta difusión de ¿la cosificación y funcionalización de las formas de trato y formas de vida, así como la autocomprensión objetivista de la ciencia y de la técnica¿.2 Esta fuerza perdura incontrolada en estas primeras décadas del siglo XXI, no sin que contemos con urgentes modos de revisión del estatuto general del conocimiento, pese a todos los repliegues y atrincheramientos del saber hegemónico frente a las racionalidades hoy emergentes. En tal contexto de revisión de la naturaleza del conocimiento en general, emerge también la toma de cuentas y revisión del estatuto particular de la disciplina bimilenaria llamada teología, fuente y origen de tantas otras disciplinas que han configurado el conocimiento ilustrado de la civilización de Occidente. En semejante búsqueda convergen múltiples factores y múltiples autores y obras del pensamiento. Aquellos que someten a examen nuevo el estatuto del conocer propio de la modernidad ilustrada, como Theodoro Adorno, Max Horkheimer y Jürgen Habermas. Aquellos que, en los ámbitos del lenguaje y del discurso, han abierto horizontes antes inalcanzados, como Ludwit Wittgenstein, John Austin y Paul Ricoeur. Aquellos que han establecido el estatuto diferencial del pensar y del decir en términos de argumentación, demostración y prueba y ese diferente que se origina y se tematiza en la metáfora, en la parábola, en la mimesis, en la prolepsis, como Jean François Lyotard, Paul Ricoeur y Johann Baptist Metz. Y, en fin, aquellos que han entrevisto y también impulsado el paso franco y el desplazamiento sin reverso de la teología hacia la sabiduría, como Gustavo Gutiérrez, Juan Carlos Scannone y Alberto Parra. Se asiste hoy a la interpelación de la cientificidad, disciplinariedad y racionalidad de la teología por parte de científicos y quizás, no científicos signados por una actitud cientista3, lo cual no signifique, entonces, usar el molde de alguna otra pretendida ciencia como criterio legitimador de cientificidad y de estatuto disciplinar, según los términos honestos que reclamara Martín Heidegger
StatusFinished
Effective start/end date15/01/0721/11/14